lunes, 19 de enero de 2009

De la artesanía al sistema de fábricas




Antes de la Revolución Industrial las personas elaboraban en sus casas la mayor parte de los objetos que necesitaban, o bien los encargaban a los artesanos que tenían sus talleres individuales.

Con la fundación de nuevas ciudades, creció la demanda de los productos elaborados por los artesanos y con esto la organización de los talleres: cada taller tenía un maestro, un oficial y varios aprendices, cuando el oficial aprendía a manejar todas las herramientas, dominaba la técnica y conocía los secretos de su oficio llegaba a ser maestro y podía establecer su propio taller. Cuando fueron muchos talleres los que producían el mismo artículo, se organizaron en gremios para ayudarse y protegerse mutuamente.

Cuando Inglaterra inició el periodo de preponderancia industrial sobre todas las demás actividades del país, los talleres artesanales no pudieron competir con la fábrica ya que ésta producía más aprisa y a menor coste el artículo que ellos hacían en mayor tiempo y a más alto precio. Los artesanos cerraron sus talleres y solicitaron empleo en las fábricas, en un trabajo inseguro y bajo condiciones higiénicas y económicas inferiores.

La industria textil y poco después la minera y la metalúrgica fueron las que iniciaron esta revolución industrial.

Inglaterra fue el país donde se reunieron las condiciones que hicieron posible esta revolución. Para la primera mitad del siglo XVIII, Inglaterra había logrado conjuntar un poderoso imperio con una gran cantidad de colonias, las que representaron amplios mercados a cubrir por la empresa inglesa, que para lograrlo debería incrementar su producción.

Fue también importante en este proceso la creación de compañías mercantiles en Inglaterra, pues ellas controlaron las materias primas y los mercados coloniales, y, gracias a esta acción, que implicó el saqueo de los territorios dominados, se acumularon grandes capitales en la metrópoli, con lo que se apoyó el proceso de la Revolución Industrial.

En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la aplicación sistemática de nuevos conocimientos tecnológicos y gracias a una mayor experiencia productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas áreas geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas. Se puede afirmar que los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso productivo.

Como la Revolución Industrial se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este país se convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo. Durante gran parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja red comercial internacional que constituía la base de un creciente comercio exportador fomentado por la industrialización.


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