Durante los años 70 y 80 del siglo XX, la Historia Económica entra en declive y recibe numerosas críticas. Se le achaca que entendiera al hombre como un homo oeconomicus, es decir, que encaminaría todas las acciones a lo largo de su vida en obtener el mayor beneficio económico posible. Se trata de una construcción teórica de la economía política que en estas dos décadas comienza a ser atacada en su planteamiento, que no contempla realidades menos cualificables del ser humano, como la cultura o la influencia de la sociedad. Por poner un ejemplo sencillo, si el hombre fuera un verdadero homo oeconomicus, como planteaban estos primeros historiadores económicos, un regalo a un ser querido no tendría sentido alguno, el beneficio a nivel económico es nulo. Podría definirse, pues, como una Historia de los números. Es en este momento cuando la figura del hombre vuelve a cobrar importancia en las nuevas investigaciones históricas, y el papel de la Historia Ecónomica pasa a segundo plano.
Hoy en día, la Historia Económica ha vuelto a emerger, así como otras historias (política, cultural...), pero dentro de un contexto de mercantilización de la cultura en el que, no sólo en el campo que nos afecta, sino en todo el ámbito científico, la producción es abundante pero cuesta encontrar obras de calidad. Pero no hay que olvidar que quizá la Historia haya sufrido este fenómeno en mayor medida, en el sentido de que se ha convertido en una disciplina muy reclamada por un lector que, en ocasiones, no es nada exigente. De esta manera, podemos decir que hemos llegado a una Historia al gusto del consumidor, que inunda el mercado. Respecto a la Historia Económica, hoy día se aborda como una materia multidisciplinar, que no abandona conceptos propios de la Historia Cultural, Social, Política... Es la aplicación de la antropología, en su más amplio sentido, a los preceptos económicos. El hombre pasa a un primer plano en detrimento de aquellas tablas y cuadros de cifras que imperaban en la historiografía anterior a los años 70. La interdisciplinaridad queda aplicada como norma general. De esta manera, si la historia de la fiscalidad se entendía antes como el estudio de los impuestos, las cuentas... de manera aislada, actualmente también se tendrán en cuenta las implicaciones sociales, las causas políticas, etc...
La historia socio-económica asumirá también gran importancia, sobretodo gracias a la contribución de sociólogos como Wallerstein, que inauguran una nueva tendencia historiógrafica en EE.UU., muy estructurada. A esta corriente pertenecen autores como Douglas North (quien, precisamente, recibió el premio Nobel por su aportación al desarrollo de la Historia Económica), Charles Tilly o Gunder Frank (alemán, pero estudiante de la universidad de Chicago y, por tanto, perteneciente a esta tradición). A estos autores se les ha criticado, no obstante, que sus fuentes no sean del todo imparciales.
El archipopular Tío Gilito sería un buen ejemplo de lo que habría que entender por un Homo Oeconomicus
1 comentario:
Buena entrada, Pablo. Lo único que quizás habría que corregir es que Wallerstain no es el iniciador de esa historia socioeconómica de la que hablamos en clase. Es un destacado exponente, muy importante, pero no el primero.
Un saludo,
David Alonso
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